viernes, 5 de mayo de 2017


El libro de Daniel y la tesis macabea: mi peregrinaje personal
Parte I


La oveja negra
Nací siete años después del fin de la Segunda Guerra Mundial en lo que ahora se llama República Checa. En los primeros años del siglo XV, el reformador y mártir Juan Huss la llamó Bohemia; cuando nací la llamaron Checoslovaquia. La República Checa difícilmente está aislada; comparte límites con Alemania, Polonia, Hungría, Eslovaquia y Austria.

La mayoría de los americanos recordarán que los ejércitos de Hitler invadieron mi país el 1 de octubre de 1938. Más tarde fue el turno de la Unión Soviética; el 21 de agosto de 1968 los ejércitos aliados de Varsovia aniquilaron los intentos de Alexander Dubcek de darle un aspecto humano al comunismo checo.
Por providencia de Dios nací en una familia adventista del séptimo día. Dos años antes de mi nacimiento, mis padres se habían convertido del catolicismo romano al adventismo. Su decisión no fue hecha a la ligera; demandó real dedicación a Dios y a su Santa Palabra.
A los siete años, cuando comencé a ir a la escuela, todos los niños tenían que asistir a clases seis días a la semana. Fue muy difícil (aun peligroso) no ir a la escuela en sábado. Mis padres me enseñaron que obedecer a Dios es más importante que obedecer a las autoridades humanas. ¡Ni un sábado asistí a la escuela! Muy a menudo fui puesto en ridículo, motivo de risas, e incluso a veces castigado por mis ausencias semanales. Los niños frecuentemente no querían jugar conmigo debido a mi reputación como creyente. Era una “oveja negra”. La escuela para mí era un terror psicológico que se intensificaba los viernes y los lunes cuando muy a menudo era interrogado, tenía pruebas especiales y exámenes. Desde mi niñez en adelante tuve que luchar por mi fe. Esto fue una buena escuela para aprender la obediencia a Dios y a sus mandamientos. 

Yo no era el único; no solo en Checoslovaquia sino a través de toda Europa, miles de niños adventistas habían tenido la misma experiencia que yo.La mayoría permanecieron feles a Dios aun cuando tuvieron un “lavado de cerebro” con la teoría de la evolución —presentada no como una teoría sino como un hecho. Permanecieron feles debido a que habían conocido a Dios. A menudo, para consternación de los profesores, ¡eran los mejores alumnos en la escuela! Generalmente es así cuando la juventud reconoce que son hijos e hijas del Rey. Y no solo un rey, ¡sino el Rey del Universo!

¿Problemas de ubicación?
En 1972, cuando tenía 20 años, me matriculé en nuestro Seminario Teológico Adventista que había sido abierto en 1969, solo un año después de lo que los checoslovacos, que habían vivido varios inviernos comunistas, llamaban la “Primavera de Praga”. Sin embargo, el “invierno” volvió pronto. A mediados de 1973 el gobierno comunista cerró el Seminario Adventista. ¿Qué iba a hacer yo? La junta (comité ejecutivo) de nuestra Unión decidió que debería asistir a una Facultad Protestante. Por consiguiente, me matriculé en la Facultad de Teología Evangélica
Komenius, en Praga (en 1990 cambió su nombre a Facultad de Teología Protestante de la Universidad Charles). Amigos, miembros de iglesia, me aconsejaron: “¡Esté alerta! ¡Ten cuidado! ¡Sé crítico!” No me tomó mucho tiempo darme cuenta que mi educación previa no me había preparado sufcientemente para determinar cómo evaluar y criticar lo que estaba encontrando.

La primera charla brillante que escuché apoyaba la sencillez del canon bíblico. Aquellos que transmitieron la Biblia, ¿habrían escogido los libros correctos entre una amplia selección disponible? Y qué de los otros libros: ¿deberían algunos de ellos haber sido incluidos en el canon? La segunda charla trató sobre la inspiración de la Biblia —o más bien, la no inspiración de la Biblia. ¡La Biblia, se me dijo más tarde, no es la Palabra de Dios, pero usted puede encontrar la Palabra de Dios en la Biblia! El texto bíblico solo puede llegar a ser la Palabra de Dios existencialmente para una persona. Esto me dejó con preguntas cruciales: si no puedo tomar seriamente la Biblia porque contiene, como afrmaba el profesor, muchas contradicciones, errores históricos, falta de unidad en el mensaje y en los tiempos bíblicos “ellos” pensaban y hablaban diferente, entonces ¿puedo confar en ella y tomarla como una guía para mi vida?

Daniel: La versión revisada
Fue una gran alegría cuando al fn estábamos estudiando el libro de Daniel. Desde mis primeros años, mi padre —un gran contador de historias— me había contado acerca de las profecías de ese libro. Me incliné hacia delante ansiosamente mientras Jan Heller, el profesor de Antiguo Testamento más respetado en mi país, subió al podio. El libro de Daniel, dijo, no fue escrito por el profeta Daniel, sino por un escritor desconocido en el II siglo AC, durante el tiempo de las guerras macabeas cuando Antíoco IV Epífanes reinaba y oprimía a Israel.

El Dr. Heller apoyaba sus aseveraciones con argumentos convincentes: errores históricos en el libro (mientras más alejado de la era macabea, más grandes los errores); el uso de los idiomas arameo y griego; enseñanzas acerca de los ángeles y la resurrección; pseudónimos (nombres fcticios de presuntos autores) del libro; y, de acuerdo con algunos textos extrabíblicos, Nabonido, y no Nabucodonosor, tuvo una enfermedad mental.

Luego, nos dijo que Daniel 9 no habla acerca del Mesías, Jesucristo, sino acerca de Ciro u Onías III, y de Antíoco IV como siendo el anticristo. Su charla, que incluía la llamada Tesis Macabea, era impresionante y estaba bien documentada.
La clase del Dr. Heller creó una agitación en mi mente. Todo lo que yo había pensado que estaba seguro ahora parecía derrumbarse. Sus argumentos no solo persuadían; Heller mismo era un cristiano amable, sincero y educado con una actitud cortés hacia los creyentes que no compartían sus puntos de vista. Bajo el comunismo, los cristianos checos tendían a apoyarse mutuamente, cualquiera haya sido su confesión religiosa; sabían que signifcaba luchar por su fe. El profesor Heller, llegué a creer, quería ayudarnos a nosotros los estudiantes a obtener una mejor comprensión de la Biblia. Quería ayudarnos a construir una fe madura.

Nos trataba tan cortésmente como si fuéramos sus hijos e hijas. ¿Cómo iba a reaccionar yo ante tal profesor, amable y estimado? Los problemas del libro de Daniel, tal como él los presentó, me llevaron a una crisis de fe. Yo no tenía respuestas a sus argumentos.

Parte II

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