El
libro de Daniel y la tesis macabea: mi peregrinaje personal
Parte I
La oveja negra
Nací siete años después del fin
de la Segunda Guerra Mundial en lo que ahora se llama
República Checa. En los primeros años del siglo XV, el reformador y mártir
Juan Huss la llamó Bohemia; cuando nací la llamaron Checoslovaquia. La
República Checa difícilmente está aislada; comparte límites con Alemania,
Polonia, Hungría, Eslovaquia y Austria.
La mayoría de los americanos recordarán que los ejércitos de Hitler invadieron mi país el 1 de octubre de 1938. Más tarde fue el turno de la Unión Soviética; el 21 de agosto de 1968 los ejércitos aliados de Varsovia aniquilaron los intentos de Alexander Dubcek de darle un aspecto humano al comunismo checo.
Por providencia de Dios nací en una familia adventista del séptimo día. Dos años antes de mi nacimiento, mis padres se habían convertido del catolicismo romano al adventismo. Su decisión no fue hecha a la ligera; demandó real dedicación a Dios y a su Santa Palabra.
A los siete
años, cuando comencé a ir a la escuela, todos los niños tenían que asistir a
clases seis días a la semana. Fue muy difícil (aun peligroso) no ir a la
escuela en sábado. Mis padres me enseñaron que obedecer a Dios es más
importante que obedecer a las autoridades humanas. ¡Ni un sábado asistí a la
escuela! Muy a menudo fui puesto en ridículo, motivo de risas, e incluso a
veces castigado por mis ausencias semanales. Los niños frecuentemente no
querían jugar conmigo debido a mi reputación como creyente. Era una “oveja
negra”. La escuela para mí era un terror psicológico que se intensificaba los
viernes y los lunes cuando muy a menudo era interrogado, tenía pruebas especiales
y exámenes. Desde mi niñez en adelante tuve que luchar por mi fe. Esto fue una
buena escuela para aprender la obediencia a Dios y a sus mandamientos.
Yo no
era el único; no solo en Checoslovaquia sino a través de toda
Europa, miles de niños adventistas habían tenido la misma
experiencia que yo.La mayoría permanecieron feles
a Dios aun cuando tuvieron un “lavado de cerebro” con la teoría de la evolución
—presentada no como una teoría sino como un hecho. Permanecieron feles debido a
que habían conocido a Dios. A menudo, para consternación de los profesores,
¡eran los mejores alumnos en la escuela! Generalmente es así cuando la juventud
reconoce que son hijos e hijas del Rey. Y no solo un rey, ¡sino el Rey del
Universo!
¿Problemas
de ubicación?
En
1972, cuando tenía 20 años, me matriculé en nuestro Seminario Teológico
Adventista que había sido abierto en 1969, solo un año después de lo que los
checoslovacos, que habían vivido varios inviernos comunistas, llamaban la
“Primavera de Praga”. Sin embargo, el “invierno” volvió pronto. A mediados de
1973 el gobierno comunista cerró el Seminario Adventista. ¿Qué iba a hacer yo?
La junta (comité ejecutivo) de nuestra Unión decidió que debería asistir a una
Facultad Protestante. Por consiguiente, me matriculé en la Facultad de Teología
Evangélica
Komenius,
en Praga (en 1990 cambió su nombre a Facultad de Teología Protestante de la
Universidad Charles). Amigos, miembros de iglesia, me aconsejaron: “¡Esté
alerta! ¡Ten cuidado! ¡Sé crítico!” No me tomó mucho tiempo darme cuenta que mi
educación previa no me había preparado sufcientemente para determinar cómo
evaluar y criticar lo que estaba encontrando.
La
primera charla brillante que escuché apoyaba la sencillez del canon bíblico.
Aquellos que transmitieron la Biblia, ¿habrían escogido los libros correctos
entre una amplia selección disponible? Y qué de los otros libros: ¿deberían
algunos de ellos haber sido incluidos en el canon? La segunda charla trató
sobre la inspiración de la Biblia —o más bien, la no inspiración de la Biblia.
¡La Biblia, se me dijo más tarde, no es la Palabra de Dios, pero usted puede
encontrar la Palabra de Dios en la Biblia! El texto bíblico solo puede llegar a
ser la Palabra de Dios existencialmente para una persona. Esto me dejó con
preguntas cruciales: si no puedo tomar seriamente la Biblia porque contiene,
como afrmaba el profesor, muchas contradicciones, errores históricos, falta de
unidad en el mensaje y en los tiempos bíblicos “ellos” pensaban y hablaban
diferente, entonces ¿puedo confar en ella y tomarla como una guía para mi vida?
Daniel:
La versión revisada
Fue
una gran alegría cuando al fn estábamos estudiando el libro de Daniel. Desde
mis primeros años, mi padre —un gran contador de historias— me había contado
acerca de las profecías de ese libro. Me incliné hacia delante ansiosamente
mientras Jan Heller, el profesor de Antiguo Testamento más respetado en mi
país, subió al podio. El libro de Daniel, dijo, no fue escrito por el profeta
Daniel, sino por un escritor desconocido en el II siglo AC, durante el tiempo
de las guerras macabeas cuando Antíoco IV Epífanes reinaba y oprimía a Israel.
El Dr.
Heller apoyaba sus aseveraciones con argumentos convincentes: errores
históricos en el libro (mientras más alejado de la era macabea, más grandes los
errores); el uso de los idiomas arameo y griego; enseñanzas acerca de los
ángeles y la resurrección; pseudónimos (nombres fcticios de presuntos autores) del
libro; y, de acuerdo con algunos textos extrabíblicos, Nabonido, y no Nabucodonosor,
tuvo una enfermedad mental.
Luego,
nos dijo que Daniel 9 no habla acerca del Mesías, Jesucristo, sino acerca de
Ciro u Onías III, y de Antíoco IV como siendo el anticristo. Su charla, que
incluía la llamada Tesis Macabea, era impresionante y estaba bien documentada.
La
clase del Dr. Heller creó una agitación en mi mente. Todo lo que yo había
pensado que estaba seguro ahora parecía derrumbarse. Sus argumentos no solo
persuadían; Heller mismo era un cristiano amable, sincero y educado con una
actitud cortés hacia los creyentes que no compartían sus puntos de vista. Bajo
el comunismo, los cristianos checos tendían a apoyarse mutuamente, cualquiera
haya sido su confesión religiosa; sabían que signifcaba luchar por su fe. El
profesor Heller, llegué a creer, quería ayudarnos a nosotros los estudiantes a
obtener una mejor comprensión de la Biblia. Quería ayudarnos a construir una fe
madura.
Nos
trataba tan cortésmente como si fuéramos sus hijos e hijas. ¿Cómo iba a
reaccionar yo ante tal profesor, amable y estimado? Los problemas del libro de
Daniel, tal como él los presentó, me llevaron a una crisis de fe. Yo no tenía
respuestas a sus argumentos.
Parte II
Parte II
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